El Cementerio y el 115° aniversario
Desde que en 1966 se estableciera al 24 de Agosto como fecha de la fundación de Hasenkamp y se realizara el primer festejo de aniversario, en muchas ocasiones ha sido el cementerio un lugar para rendir estos homenajes. El hecho simple de que allí estén los restos de los fundadores y de los muchos responsables de su crecimiento lo hace un lugar histórico fundamental.
La oportuna gestión del maestro Juan Carmelo Salamone y del Intendente de ese momento, don Hugo Ruiz Moreno, había sido decisiva para establecer la fecha en que Eduardo Hasenkamp presentó los planos con la demarcación de la planta urbana ante el Superior Gobierno de la provincia para su aprobación.
Junto a los planos presentados ese 24 de agosto de 1906, los Hasenkamp ofrecían al gobierno provincial los terrenos necesarios para el trazado de calles y bulevares, una manzana para plaza pública, otra para edificios fiscales y una hectárea para cementerio en un lugar a determinar. Precisamente, el 5 de septiembre del año siguiente se estableció que el cementerio estaría ubicado a 1.500 metros de la Villa sobre el camino a Brugo.
Pasaron varios años hasta que el 6 de septiembre de 1912, durante el gobierno del Dr. Prócoro Crespo, se firmó por fin la escritura de los terrenos ante el escribano público Cleofé Cardoso, donde se dejaba constancia que el 24 de agosto de 1906 se habían presentado los planos de la Villa que realizara el perito Carlos Wybert, junto a la donación de los hermanos Hasenkamp de los terrenos necesarios para el trazado de las calles, la plaza, los edificios públicos y el cementerio. Allí se indicaba que este último tendría una hectárea en forma triangular ubicada entre el campo de Parera al Norte y el Camino Real a pueblo Brugo por el Sur.
Dicho triángulo ya se encontraba demarcado mucho antes de la creación de la Villa cuando los Hasenkamp habían realizado la apertura de caminos luego de adquirir los campos de su estancia «Los Naranjos”.
Establecidos en sus tierras, los Hasenkamp tuvieron que diseñar nuevos caminos y eliminar aquellos que pudieran entorpecer sus tareas privadas. En esa época, las nuevas trazas debían ser realizadas de común acuerdo con el alcalde del distrito y dos vecinos como referentes y luego presentarse ante las autoridades provinciales para su aprobación.
Para aprovechar al máximo el espacio, el camino propuesto que pasaría a dominio y uso público, corría en un lindero de sus tierras limitando con los campos de Parera (desde la actual Ruta Nacional 12 hasta la Ermita) donde dejaba de seguir el lindero y, luego de una suave curva, seguía hacia el Este hasta donde los Hasenkamp tenían una posta de la estancia. Dicha posta, ubicada frente a la actual plaza Malvinas, era una casa de material con techo de zinc que perteneció a don Ángel Tricarique y fuera demolida a comienzos de 2020.
La nueva traza, que incluía el triángulo para el nuevo cementerio, sería aprobada por el gobernador Parera en 1907, año en que también ya se registran fallecimientos en el libro de Alcaldía a cargo de Federico Hasenkamp. Por lo cual se puede ver que el uso del cementerio se da prácticamente desde la creación misma de la Villa.
Desde 1925, hasta su ascenso como municipio el 27 de junio de 1951, el mantenimiento y cuidado del cementerio estuvo a cargo de una Comisión Vecinal, conformada por destacados vecinos de la Villa.
Uno de los miembros de esa Comisión fue el primer boticario de la Villa, don Juan Borré, oriundo de Victoria que había llegado a Hasenkamp en 1913. Si bien no era un farmacéutico con título sino idóneo, es decir autorizado para ejercer luego de un examen ante las autoridades de salud, tuvo su farmacia en distintos locales hasta que adquiere la propiedad de calle Sarmiento y Diagonal Libertad.
Borré estaba casado con Juana Salva y era padre de tres hijas. Su esposa fallece en la década del ’30 y su sepultura se encuentra en el ingreso principal a un lado de la capilla. Es una tumba característica de la época que aún conserva su esplendor a pesar del paso del tiempo y de no quedar descendientes que la conserven.
Don Juan Borré, como miembro de la Comisión Vecinal, fue un gran impulsor del mejoramiento del cementerio. Se construyó la verja del frente que aún se conserva en partes y en la entrada a las sepulturas de la familia Hasenkamp. Para el ingreso al cementerio se levantó un arco en semicírculo que fuera reemplazado en la década del ’80 por un techo de tejas. También fue el impulsor del arbolado, destacándose los plátanos de la parte central.
Don Juan Borré abandonó la Villa en 1943 y falleció pocos años después. Habiendo expresado su deseo de ser sepultado en Hasenkamp, su tumba sencilla se encuentra junto a la de su esposa.
Un lugar muy especial del cementerio es el que guarda las tumbas de los hermanos fundadores y de parte de su familia. Se destacan por su simple diseño con una sencilla placa de bronce que las identifica.
Al fallecer en 1957 el Dr. Germán Hasenkamp, hijo de Federico, fue sepultado en el lugar construyéndose un sepulcro igual al de sus padres, pero su esposa, Lidia Colomer, la hizo recubrir en mármol. También fueron sepultados en el lugar familiares suyos que no habían vivido en Hasenkamp lo que produjo malestar en don Eduardo Ziegler, nieto de Federico, por no respetar la tradición de la sencillez en la construcción de las sepulturas.
Debido a que profesaban la religión luterana, las tumbas de los Hasenkamp no tienen cruces. En cambio, en el centro de la puerta de ingreso al lugar se destaca una cruz que hace referencia a la figura de la Cruz de Hierro, la famosa condecoración militar. Si bien la Cruz de Hierro fue instituida como distinción en la Prusia de 1813 durante la Guerra de Liberación contra Napoleón Bonaparte, fue retomada por los alemanes en la Primera Guerra Mundial y se convirtió en un símbolo de orgullo militar y en una de las condecoraciones más famosas a nivel mundial.
La elección de este diseño tenía un significado especial para los Hasenkamp, pues Eduardo Pablo, el hijo menor de Federico Hasenkamp, había sido condecorado con la Cruz de Hierro y ascendido a subteniente. Cuando muere en combate el 26 de septiembre de 1918 en la Batalla de Verdún, la medalla fue enviada por el Imperio Alemán a su familia y hoy se conserva en el Museo “24 de Agosto”. Además, en 1919 los Hasenkamp habían gestionado ante el gobierno provincial el título de marca para su ganado que tenía el dibujo de la Cruz de Hierro.
El lugar donde se encuentran estas tumbas fue declarado “Lugar Histórico” el 24 de agosto de 1991, colocándose una placa en el ingreso que fuera descubierta por el intendente Leiva Chaves y Eduardo Ziegler, nieto de uno de los fundadores.
En el lugar no se encuentra la tumba del primer Hasenkamp fallecido en tierra argentina, Eduardo Cristian, hijo de Federico Hasenkamp y Gertrudis Hillmer. A los pocos años de su radicación en la estancia “Los Naranjos”, Federico, debe regresar a Alemania para asistir a sus padres en la ancianidad. Durante esta estadía, conoce y contrae matrimonio con Gertrudis y, al fallecer sus padres emprende el regreso a la Argentina. Su esposa da a luz en la Estancia, pero el bebé fallece al nacer el 27 de noviembre de 1890, dieciséis años antes de la creación de la Villa, por lo que es sepultado en el cementerio más cercano, el de General Paz, perteneciente a lo que se conocía como Colonia “El Cerrito”.
Otra sepultura con un diseño igual al de la familia Hasenkamp y una placa en bronce semejante es la de Sixto Huinca. Ubicada a unos metros detrás de la capilla, por la entrada principal, solo se diferencia en que posee una cruz, aunque no se puede asegurar si era cristiano o profesaba la religión católica.
Sixto Huinca, siendo un niño de pocos años había sido un regalo del presidente Julio A. Roca a Eduardo Hasenkamp como resultado de la llamada “Conquista del Desierto”, la feroz campaña militar realizada entre 1878 y 1885, por la que se apropiaron de grandes extensiones de territorio de los pueblos originarios. Estos pueblos, además de perder sus tierras, sufrieron un proceso de aculturación y pérdida de identidad al ser deportados por la fuerza y sus familias desmembradas. Los hombres eran enviados como mano de obra forzada a los ingenios azucareros de Tucumán, las mujeres como servicio doméstico a las estancias o para las familias de la alta sociedad porteña y los niños repartidos según pedidos.
Juan C. Salomone, en su Historia de Hasenkamp, dice que era un niño araucano, pero no sabemos con certeza si era mapuche, tehuelche, ranquel o pampa. Creció en la estancia junto a los Hasenkamp donde realizaba diferentes tareas, en particular la de chofer de la volanta. Falleció el 1° de diciembre de 1930, a los 57 años de bronconeumonía y, según su acta de defunción era “hijo de padres cuyos nombres se ignoran”.
Al cumplirse el 115° aniversario de Villa, una nueva placa en el cementerio recuerda a sus fundadores. Porque en el antiguo triángulo de tierra donada por los Hasenkamp se congrega gran parte de la memoria de este pueblo.
Venidos de distintos puntos de la provincia y del país o desde otros continentes, atravesando océanos, dejando atrás a sus propios padres, reunidos para construir un nuevo proyecto de vida en una lomada entrerriana a la cual eligieron para levantar su hogar, ellos también son nuestros fundadores y a su memoria le rendimos nuestro homenaje.