Comercios,  Familias

La Confianza, fundada en 1914

Un cartel pronto a desaparecer y una larga historia encerrada en su estructura de ladrillos.

Una historia que se inicia en el año 1911 cuando un joven de 14 años, unido a un grupo de amigos, parte en un vapor a un lento viaje lleno de esperanzas. Atrás quedaba el pequeño pueblo de Sur Gaia al sur de Siria y la negra noche de la guerra que ya se vislumbraba.

Primero fue una volanta cargada de mercaderías y el correr los despoblados caminos de aquel viejo Villaguay.

En 1914, y entusiasmado por un pequeño lugar que comenzaba a nacer gracias a la inquietud de dos estancieros hermanos que hacían llegar el ferrocarril por primera vez, nuestro joven comerciante, se afinca comprando un terreno y levantando en él, sobre una estructura de chapas, su primer local. Nacía “La Confianza” de Juan Roston.

Juan C. Roston y Magdalena Repetto

Al empezar la primavera de 1924 comienza la construcción de material, que se da por finalizada el 8 de enero del año siguiente y que actualmente eleva su alta fachada en la esquina de Sarmiento y Diagonal Belgrano.

Su estructura, símbolo de la época y dueña de una armoniosa e inteligente arquitectura, fue realizada por albañiles italianos que vivian en la localidad, entre ellos encontramos apellidos conocidos actualmente por sus descendientes: Borda, Pistoni y Marcuzzo.

Caminar por sus habitaciones de paredes pintadas con columnatas y adornos o andar por su fresco patio donde se deposita y persiste aún un aire colonial, es ver y palpar un pedazo de tiempo que ha quedado suspendido.

Una amplia bañadera del año ’28 o los muebles de aquel lejano ajuar de su casamiento en el año ’30, retratos de familia, jarrones y adornos, todo, como un testimonio palpable de una edad transcurrida que construyeron los pioneros de nuestra tierra.

Unas parras  que cargan 52 años, un damasco que hunde sus raíces dentro del aljibe, naranjos y olivos, y en ese paisaje calmo, don Juan, pasea, llevando sus relatos y recuerdos de aquel tiempo de hombres duros que debían hacer un pueblo cuando “sólo había cuatro ranchos y dos casas” como asevera siempre a quien se acerca a oír sus historias del tiempo viejo.

Dentro de poco la antigua construcción volverá a revivir en su ir y venir de gente y mercadería pues un nuevo negocio se muda a su edificio. Después de un largo silencio abre sus añosas puertas a la calle, porque, a pesar del tiempo transcurrido, aún queda mucho por hacer.

Alberto Collaud

Artículo publicado en el periódico  “TIEMPO de Hasenkamp”- junio de 1980, página 2.

El viejo edificio de Juan Roston fue alquilado por Casa Paira en 1980

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