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El Hogar de Ancianos

Corría el año 1971 y en mi mente flotaba el deseo de hacer algo por los ancianos más necesitados. Un día, hablando con el intendente Hugo Ruiz Moreno, le manifesté mi inquietud de fundar un hogar para ancianos (no un asilo). Y como Hugo siempre estuvo al servicio del pueblo, aprobó mi idea y me dijo:

_Buscá un grupo de gente y yo los voy a ayudar en todo lo que pueda.

Como yo pertenecía al Apostolado de la Oración, hablé con las más allegadas que sabía me ayudarían. Formamos un grupo y, el 6 de agosto de ese año, nos entrevistamos con el Intendente. Por pedido de él, en esa misma reunión formamos la primera comisión que tendría como finalidad la construcción de un “Hogar de Ancianos”:

Presidenta: Juana Evangelina Ruiz Moreno de Ziegler

Vicepresidenta: Blanca Bregant de Lescano

Secretario: Nilda Varini de Cian

Tesorera: Alicia Landra de Iriondo

Vocales:   Laura Landra de Rodríguez, Antonia A. de Iglesias, Ana Beltramino de Bianchini, Palma Fracaroli de Fiorotto, Celina de Emerí, María Cristina Hernández de Aquino, Celia Quinteros de Quiroz

Al otro día salimos a buscar el terreno y nos gustó el que estaba al lado de la comisaría, lindando con el Hospital. Una vez conseguido el terreno empezamos a trabajar a fin de conseguir los fondos para la construcción del edificio. Hacíamos rifas, almuerzos en la Sociedad Rural, allí los expositores nos ayudaban, hacíamos locros, ferias de platos, etc. El 14 de septiembre de 1971 se abrió una cuenta corriente en el Banco de Entre Ríos, para depositar los fondos recaudados.

En el verano siguiente se intervino en la fiesta de carnaval presentando una carroza y explotando una cantina.

El Intendente le encargó al arquitecto Stopello de Paraná la realización de los planos con la ayuda del técnico Ricardo Blanco. Para mayo del año siguiente ya contábamos con los planos. El proyecto nos gustó muchísimo. Era un hogar con piezas de dos camas cada una y cada dos habitaciones había un baño o sea uno cada cuatro camas. Estos dormitorios estaban a ambos lados de un largo pasillo que terminaba en la sala de recepción. Además, un comedor y una cocina.

A la comisión inicial le sumamos personas de la zona rural Amalia Audisio de Schepens, María Audisio de Estebenet, Josefa Bonzi de Podversich y Ángela Guida de Benedetich y así ampliamos el área de colaboración.

Nuestro accionar fue incansable, recorrimos los campos y, a veces, estábamos días enteros fuera de nuestro hogar llevando nuestros hijos y haciendo un frugal almuerzo bajo la sombra de los árboles, con el objetivo de pedir donaciones: vacunos, bolsas de trigo, maíz, etc., que luego vendíamos en los remates de la rural o en las cerealeras.

No nos detenían ni los pésimos caminos, ni los montes, ni el sol ardiente del verano o el frío del invierno.

Una vez,  Alicia manejaba su auto y yo llevaba en mi falda a su pequeño hijo Dieguito, cubriéndolo del sol con una toalla blanca por el terrible verano. En el campo, cerca de Sauce de Luna, llegamos al negocio de los esposos Ridruejos y allí compré una bañera de plástico celeste para poder bañarlo y aliviarle el calor.

En otra ocasión, nos habían dado un novillito para vender en el remate, pero había que marcarlo. Entonces, Alicia acompañada por Eduardo, mi hijo adolescente, decidió ir a buscar al veterinario Mario Levrand para lo cual tuvo que sortear montes que apenas tenían huellas. Pero así pudimos marcar y vender el novillo.

Todas estas andanzas eran guardadas secretamente a nuestros esposos y allegados, para evitar reprimendas o que no nos prestaran más el auto. Fue con mucho esfuerzo y sacrificio que hicimos esta hermosa obra.

Con los fondos recaudados y un importante subsidio otorgado por la provincia se iniciaron los trabajos de construcción que fueron adjudicados al albañil Juan José Pasutti.

Todos los días los de la comisión íbamos a controlar la construcción. Había días en que volvíamos muy apenadas porque entre los pastos altos encontrábamos material tirado, cemento, cal, etc. inutilizados por la humedad, porque había personas que se oponían a la obra.

Pero nuestra meta estaba cada día más cerca. Las paredes subían, los lugares para puertas y ventanas se iban desarrollando correctamente y en nuestra imaginación ya estaba nuestro deseado hogar terminado, a pesar de todas las trabas que un profesional nos ponía y sus comentarios desmoralizadores.

Pero también teníamos a quienes nos seguían apoyando. La Municipalidad nos donó las aberturas y la familia Dellizzotti las dos puertas principales.

Llegó el día en que ya lo podíamos ocupar y empezó la época de la limpieza. Los pisos habían quedado muy manchados, pero con una mezcla de aserrín, gasoil y mucho esfuerzo físico conseguimos limpiarlos.

Había que amoblarlo, necesitábamos camas, colchones, mesas de luz, etc., eso también se consiguió con compras y donaciones. La Iglesia Adventista nos proveyó los elementos de cocina y comedor.

Se acercaba el día de la inauguración, pero antes había que bautizar a nuestro Hogar, ponerle un nombre. Una tarde, la comisión se reunió en los últimos bancos de la Iglesia y les propuse: “Por qué no le ponemos María  Auxiliadora” y por unanimidad fue aceptado y así los ancianos quedaron bajo la protección de la Virgen.

A partir de un censo que se había realizado dentro de la población de la Villa para establecer los ancianos con mayor necesidad de ser incorporados al nuevo hogar, se estableció un primer grupo de doce ingresantes: Ángel Romero (89), María Pérez (84), Jorge Martino (82), Celso Suárez (81) , Florencia Godoy (80) , Pablo Villagra (79), Bruno Grandoli (73) , Florencio Romero (71), Mateo Piacenza (66),  Enrique Wolters (63), Enrique Cardozo (60) y David Hans (60)

En la mañana del jueves 22 de marzo de 1973 se realizó el acto formal de inauguración de nuestro Hogar de Ancianos “María Auxiliadora”. Desataron la cinta el Gobernador Brigadier Ricardo Fabre, el Ministro de Salud, Marciano Martínez, el Intendente Hugo Ruiz Moreno y la presidenta de la comisión. Una de las ancianas internadas, doña Fulgencia Godoy, le entregó un ramo de flores al Gobernador y se recorrió el edificio, junto a los medios de comunicación presentes, una emisora radial de Santa Fe y LT 14 de Paraná. El locutor de esta última hizo el siguiente comentario: “He estado en muchos hogares, pero en ninguno como este. Esto es un Petit Hotel”.

Al pequeño grupo internado, poco a poco se fueron agregando muchos más en la medida en que se detectaban necesidades y se ampliaban las comodidades en el edificio.

Un día fuimos al campo a buscar a una anciana que vivía en un monte, pues nos enteramos que necesitaba atención. Íbamos tres miembros de la comisión, llevábamos ropas, palanganas, toallas, medias, zapatillas y desinfectante. Al llegar la encontramos en una enramada bajo un árbol. Estaba descalza y con los pies lastimados. Colgada de la rama del árbol, vimos la clásica pavita negra por el humo, en ella calentamos agua y le lavamos los pies, la calzamos y le pusimos un vestido limpio para traerla al sanatorio donde el Dr. Piconi la revisaría para darnos la autorización del ingreso al Hogar.

Una vez que se adaptó a la nueva forma de vivir, se empezó a enseñarle el catecismo y, un día la catequista le preguntó: “¿Qué es el cielo para usted? Ella, sin dudarlo, le contestó: “El cielo para mí, es el Hogar”.

Gracias querida viejita, por esta contestación, es la que justifica todo nuestro esfuerzo.

Al Hogar había que seguir ampliándolo, por ello agregamos galerías, otras habitaciones, más comodidades para los ancianos, reposeras, sillas nuevas, camas. Colaboraron entonces el nuevo intendente Eduardo Ziegler, el diputado Diego Sánchez Pizola y su Sra. Blanca Sosa.

Se formaron nuevas comisiones que siguieron ampliándolo, construyeron un hermoso comedor, una nueva cocina y cerraron las galerías. Actualmente tenemos un comodísimo Hogar anexado al Hospital, con una cooperadora que asiste a ambos y trabaja muy bien. Qué feliz me siento cuando paso por la vereda de nuestro Hogar  y saludo a tantos ancianos sentados, mirando el paso de la gente, gozando de la hermosura de su plaza, de la bella iglesia, con su erguida torre y su cruz que parece extender sus brazos al cielo como suplicando a Dios que nos bendiga.

Texto de Lilí  (Juana Evangelina Ruiz Moreno de Ziegler)

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