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Monseñor Herminio Bidal

Estas fueron expresiones del siervo de Dios, del sacerdote que, a la madurez de su vida, unió la sabiduría, el talento, y un tremendo amor al pueblo.

   Y ese hombre, que amaba tanto a niños, jóvenes y ancianos por igual, encontró en la gente de este pueblo, también amor, también afecto sincero y limpio, como él lo brindó siempre, y ese eco a su alma generosa y ese recibir de lo que el tanto sabía dar, lo ató para siempre a los de este pueblo.

  Cinco años en que el árbol de su vida cobijó a todos los que a él llegaron y les entregó sus mejores frutos, pero quiso Dios que el otoño entrado quitara la tremenda fuerza que movía su gigantesco espíritu y junto con las hojas que van cayendo, muriera el árbol que tantos frutos diera.

  Y el otoño y marzo, el mes de las rosas, se lo llevó, junto al llanto de esos niños que él tanto amó y al que tanto ellos amaron.

  Y Monseñor Bidal se quedó para siempre en Hasenkamp, con su cuerpo y su espíritu, porque las ataduras del amor no se cortan jamás, y la presencia de los grandes, como él lo fue, estará en el templo, en el silencio de los fieles, que seguirán sus sabias palabras, entre las plantas de su parroquia, en los ojos de los niños que guardaran la imagen del Padre amado, y allí cerca en la tumba donde sus restos permanecerán para siempre, con la permanente visita de los que tanto lo quisieron y las flores frescas que nunca le faltarán.

   Hasta siempre Padre Bidal…

BOLETÍN MUNICIPAL – Marzo de 1979

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