El Paive Kloss
Una fría mañana de sábado en el estudio de la radio Municipal transcurría el programa “Ritmo alemán” que conducía Carlos Tisler. Cuando finalizó la polca que se escuchaba, el locutor esperó a que la luz roja se encendiera y dio paso a la presentación de su invitada: doña Irmagart Wittig de Kloss. La mujer acomodó sus lentes y unos papeles en la mesa y comenzó con su exposición:
“Esto lo hago con cariño, en memoria de nuestros antepasados, pues hacer historia, recordar a una familia, a un pueblo, es cosa sagrada y vivir en ese pueblo es hermoso. Quiero agradecer a Dios por ser parte de esta familia y de este pueblo, que es el pueblo de Hasenkamp y poder vivir en él con la alegría y tranquilidad. En el pueblo como en la Colonia Oficial N°4.
“Vamos a hablar de una familia numerosa de la cual sus antepasados fueron de los primeros inmigrantes, así como los hubo muchos en la Colonia Oficial N°4, que trabajaron muy duro de sol a sol para hacer porvenir para hacer su patria aquí.
“En la familia Kloss, el primer inmigrante fue Johann Heinrich Kloss que vino en 1891 con su esposa y cuatro hijos. Con el tiempo le dirían “el América Kloss” porque atravesaría cinco veces los mares entre Rusia y América. Pero, en realidad, era más conocido como “Paive Kloss” porque era difícil verlo sin su “paive”, su pipa, humeante o apagada en la boca.”
De esa forma doña Irmagart comenzó a narrar la historia del iniciador de la familia Kloss en estas tierras. Contó que Johann Kloss había nacido en 1864 en Rusia en la aldea de Neu Galka, apenas cuatro años después de que se fundara a unos cien kilómetros al este del río Volga, hoy absorbida por la ciudad de Pallasovka.
Para esos años, más de 500 aldeas cubrían las dos márgenes del Volga. Muchas de ellas eran colonias hijas porque a estas aldeas del Bajo Volga se les dio una cantidad fija de tierra que se dividió y se volvió a dividir a medida que crecían las familias iniciales. Cuando la cantidad de tierra para cada familia era tan pequeña que no podían cultivar suficiente para su alimento y venta se buscó la solución de fundar nuevas aldeas, llamadas colonias hijas. La mayoría de estos pueblos se ubicaron en el lado este del río Volga.
Neu Galka (Nueva Galka) fue fundada en 1860 por colonos luteranos provenientes del otro lado del Volga, en la curva donde se une al río Galka que le da nombre a la aldea.
Pero ¿qué hacían estos alemanes en la estepa de la cuenca baja del río Volga asolada desde años por las tribus nómades?
Casi un siglo antes, reinaba Catalina, la Grande, una princesa alemana que accedió al trono ruso por la muerte de su esposo Pedro III. Solo veintiún días después de su coronación en 1762, Catalina autorizó a recibir a todas las personas que quisieran establecerse en Rusia y publicó un manifiesto para que colonos permanentes poblaran la frontera del Bajo Volga y trajeran estabilidad a esta región.
Como este primer llamado no tuvo éxito, en julio de 1763 se publicó el segundo Manifiesto de la Emperatriz Catalina II mejorando la oferta hecha el año anterior para poblar el territorio a lo largo del río Volga. Allí se invitaba a los extranjeros (excepto judíos) para que se establecieran prometiendo tierras libres sin impuestos durante 30 años, la exención del servicio militar para ellos y sus descendientes, libertad religiosa, autogobierno, control local de sus escuelas y los gastos de viaje pagados por el gobierno ruso.
Se distribuyeron copias del Manifiesto en periódicos y folletos por toda Europa, pero especialmente en las tierras de habla alemana asolada por dos siglos de luchas religiosas.
Al final de la Guerra de los Treinta Años, el Sacro Imperio Romano Germánico se había disuelto en más de 300 territorios y ciudades independientes sin un gobierno nacional. En 1763 recién finalizaba la Guerra de los Siete Años, y los habitantes eran sometidos a duros impuestos, a la constante amenaza de los ejércitos de ocupación y al servicio militar compulsivo. Se sumaban las penurias económicas, malas cosechas, años de hambruna y obstáculos para la libertad de culto. Para muchos, había pocas razones para quedarse. Ayudó a la decisión el hecho de que muchos de estos pequeños principados, condados y ciudades, no tenían restricciones legales que les impidieran migrar a nuevas tierras.
Un contingente inicial de 400 alemanes partió siguiendo las promesas de Catalina. Luego de una larga travesía, arribaron a las planicies del Volga en junio de 1764 y fundaron Dobrinka, la primera de las colonias. En los siguientes trece años llegarían a fundar 104 colonias madres sobre la margen oeste del río Volga en la zona montañosa llamada Bergseite, ya que la margen del este, Wiesenseite, la pradera, estaba ocupada por numerosas tribus nómades muy hostiles. Luego extenderían sus colonias también a esa margen llegando a ser 583 aldeas habitadas por los más de 30.000 alemanes que habían dejado su patria y con las nuevas familias que empezaban a crecer.
Con el tiempo, al emigrar a otras tierras, ostentarían con orgullo el haber sido de la Bergseite por ser descendientes de los fundadores, mientras que los de la Wiesenseite contaban que sus abuelos habían sido los pioneros en habitar la zona más peligrosa.
Las familias y las colonias crecieron y se expandieron conservando con extrema rigurosidad el idioma alemán y todas las tradiciones heredadas. Crecieron ajenos al sistema y a la cultura rusa, aislados al punto de que no se daban casamientos mixtos entre rusos y alemanes. Eran prácticamente una colonia alemana dentro del gran imperio ruso con privilegios como el de mantener sus costumbres, idioma natal, credo y eximición del servicio militar.
Pero a partir de 1864, después de cien años de radicación, las cosas comenzaron a cambiar. En la primavera de 1871 el gobierno ruso les informó a los aldeanos que todos sus privilegios habían sido revocados exceptuando la libertad religiosa. Una nueva ley militar decretó que todos los varones de Rusia, a la edad de 20 años debían servir en el ejército durante seis años. Los hombres alemanes del Volga tuvieron que unirse al ejército para luchar en la guerra ruso-turca.
Esto provocó la idea de volver a emigrar y para ello parten emisarios hacia América buscando un nuevo lugar y ya en 1872 los primeros grupos de alemanes de la línea protestante comienzan a emigrar hacia EEUU y Canadá. Pedro II de Brasil invitó a los alemanes y en 1876 recibió a los primeros grupos de colonos. En Argentina ese mismo año el presidente Nicolás Avellaneda promovió por ley la inmigración de colonos de Europa Central.
En diciembre de 1877 llegó a Buenos Aires el primer vapor con los colonos alemanes que irían a poblar la colonia Hinojo cerca de Olavarría y, al mes siguiente, otro con las primeras familias para Santa Fe y Entre Ríos.
Irmagart Wittig de Kloss, acomodando sus recuerdos, retomó su relato sobre la historia familiar.
“Cuando Johann Heinrich Kloss era un adolescente conoció a Marie Katherine Berhardt y antes de cumplir los veinte años se casó en 1883, un poco por amor y otro para escaparle al servicio militar obligatorio. Al año siguiente nació Maricatrine, la primera de sus doce hijos. Después llegarían Johann Heinrich, Georg Heinrich y Catrinlibet en 1891. Para ese año ya había decidido trasladarse a América con su familia. La situación en Rusia estaba cada vez más grave y llegaban noticias de los Glas, los Berhardt y de otras familias de Neu Galka que se habían ido a la Argentina y ya estaban instalados en Entre Ríos.
“Ese año cuando llegó con su familia al puerto de Diamante ya estaban todas las aldeas de la Colonia General Alvear y se estableció en campos cercanos a Crespo. Ahí nacieron sus hijos Anabet en 1892 y Godofredo en 1894. Pero, con apenas tres años de haber llegado, ya le andaba picando el bicho de regresar a la Madre Rusia y por eso es que a este último hijo no lo dejó anotar aquí para poder anotarlo en Rusia, así figuraba como ruso. Vendió sus cosas y partió de regreso.
“Aunque la vida en la vieja aldea de Neu Galka ya no era la misma, con la ayuda de sus familiares volvió a instalarse y a reconstruir su casa. En esos años nacieron sus hijos, Susanne en 1895, Marilisbeht en 1897, Santiago en 1900, Amalie en 1902, Alexander en 1903 y Emilie en 1904.
“Tal vez porque en esos doce años en que estuvo tratando de recuperar su antigua vida no haya logrado acomodarse o quizás fue el ansia del viaje que lo volvía a ganar, la cuestión es que Johann Kloss en 1906 retomó otra vez el largo camino hacia América con toda su familia, que ya reunía a catorce personas. Había que hacer más de 3000 kilómetros hasta el puerto de Hamburgo, un mes de viaje en vapor al puerto de Buenos Aires, de ahí en tren a Campana y un nuevo vapor hasta Diamante.
“Arrendó un campo cerca de la estación Camps y se dispuso a comenzar de nuevo. Trabajó muy duro para darle a su familia un nuevo hogar. Se sentía muy bien y muy cómodo en su nuevo lugar, pero en Rusia, en su patria natal, había dejado a sus ancianos padres y una promesa.”
El conductor hizo una pausa para unos avisos y un tema musical. Irmagart aprovechó para beber un sorbo de agua y luego continuar con su relato:
“La promesa hecha a sus padres era que si algún integrante de la familia lo llamaba, él tenía que regresar a Rusia. Y así fue que, al tercer año, un día llegó la noticia de que un familiar suyo estaba muy enfermo y la familia pedía su presencia. En aquellas épocas la palabra era un pacto, una promesa; un apretón de manos era una cosa sagrada y valorada, quizás más que hoy en día un documento o una escritura con muchos sellos y firmas.
“Y así, de la noche a la mañana, vendió todos los bienes que había logrado hacer en esos tres años con su duro trabajo y volvió a Neu Galka con su numerosa familia en el año 1909. Solo permanecería aquí su hija Catrinlisbet, que ya se había casado con Jorge Berhardt y decidió quedarse en Crespo.
“De nuevo el tremendo viaje hasta la aldea. Quiso el destino que llegaran a la casa paterna por la noche y que ese familiar enfermo que era su cuñada, falleciera a la mañana siguiente. Entonces les vuelve a prometer a sus padres que mientras viviera alguno de ellos no se iría de la casa.
“Cumplió con su promesa y a la muerte de sus padres, a los tres años de haber llegado a Rusia, este nómade viajero emprendió nuevamente su camino hacia América, aunque esta vez sería para siempre. El 25 de noviembre de 1912, después de vender sus pertenencias se subió al barco “Karburk” de la Compañía Mistler. Pero acá tampoco sería toda la familia, sus dos hijos mayores Johann Heinrich y Georg Heinrich ya habían formado sus familias y decidieron quedarse en Rusia.
“Fue una lamentable decisión la de estos hijos, porque la sombra de la Primera Gran Guerra cubrió toda Europa y luego la Revolución Rusa de 1917 desató años de guerras civiles que, sumados a una terrible sequía, llevaron a una gran hambruna que asoló la región del Volga produciendo innumerables muertos y ya no se tuvo más noticias de ellos.
“Por quinta vez, Johann Kloss, atravesó el océano hasta sus conocidos campos de Diamante para reiniciar su vida. Pero ya la situación no era la misma, las colonias estaban en pleno desarrollo, completas las zonas de siembra de cereales y ya no quedaban campos para adquirir. Los terratenientes dueños de la tierra ahora preferían poner vacas en sus campos porque la guerra había aumentado mucho los precios y, si arrendaban a los colonos, se quedaban con el 50% de sus cosechas. Ese mismo año había estallado la rebelión de los chacareros llamada ‘El Grito de Alcorta’, pero las cosas no habían cambiado mucho.
“Logró arrendar por dos años unas hectáreas en Camps, cerca de Crespo, un lugar que ya conocía. Luego pasó dos años en Ramírez, cuatro en Aranguren y dieciséis en Viale en campos de Mateo Bruno. Para entonces ya hacía varios años que el Paive había cedido la jefatura de la familia a su hijo Godofredo. Sus hijas ya estaban casadas y formaban sus propias familias, igual que los varones, Alejandro y Santiago, que se habían instalado en Los Charrúas en el departamento Concordia.
“Cuando Llegaron noticias de que el gobernador Etchevehere planeaba colonizar tierras fiscales creando colonias y permitiendo el acceso a la tierra, la posibilidad de ser propietarios los movilizó nuevamente. El Paive acompañó a su hijo Godofredo, a su esposa Elizabeth Nagrelli y a sus nueve hijos Alfredo, Eduardo, David, Roberto, Rodolfo, Arturo, Irma, Marta y Emilio a ser colonos pioneros de la Colonia Oficial N° 4 y en 1936 se trasladaron a los campos que habían pertenecido a un tal Predolini en María Grande Segunda en el Departamento Paraná.
“Allí pasó sus últimos años viendo crecer el nuevo hogar y fumando su interminable pipa. El Paive Kloss emprendió en octubre de 1940 su último viaje y aunque sus restos descansan en el cementerio de Hasenkamp, su alma viajera seguro anda cruzando océanos.
“Vamos a terminar aquí con todo respeto para nuestros antepasados que en paz descansen y que hicieron tanto por la Colonia Oficial N°4 de la cual hoy queda tan poco. Nuestros gobernantes han olvidado que el campo sostiene al país y que son los pequeños productores los que dan de vivir al pueblo y al mundo. Como dijo un paisano hace unos días en un discurso: Las largas mesas de los colonos en el campo ahora están vacías, emigran a ciudades por falta de trabajo”.
Con un dejo de tristeza, rodeada de sus muchos recuerdos doña Irmagart Wittig de Kloss concluyó su relato. El presentador anunció un nuevo tema musical y los acordes de una polka de Los Henkel comenzaron a resonar en el pequeño estudio y por todo el pueblo en aquella fresca mañana de junio de 1998.
2 Comentarios
Viviana
Buenas noches, estoy leyendo esta hermosa histiria y mis calculos es que Maria Katharina era la hermana de mi bisabuelo, puede ser que ella haya nacido em 1841, en rusia? que mas datos hay de la familia de ella, sus padres, sus hermanso?
gracias, agradesco toda informacion _ Viviana .
Alberto Collaud
Hola, Viviana, muchas gracias por el comentario. Por el momento no tenemos más información, la pandemia lo dificulta. En cuanto a la fecha de Maria Katharina la averiguaremos, pero 1841 sería poco probable ya que Johann Kloss había nacido en 1864. Saludos.