Comercios,  Historia

La Chinchibira y otras gaseosas perdidas

El sol ya marcaba el mediodía, puntualmente los negocios iban cerrando sus puertas y sus propietarios y empleados emprendían el regreso, pero muchos tenían la costumbre permitida de parar en algún bar para el aperitivo antes de regresar a “las casas”, como se dice en estos pagos.

Esa costumbre era tradición establecida en don José Cotti, un italiano que había construido el cine de la pequeña villa, y cada mediodía llegaba puntualmente hasta el bar de Battisti.

Domingo Battisti, era un antiguo chacarero de Alcaraz Norte que, viendo que no había futuro en las escasas cuarenta hectáreas arrendadas, decidió probar suerte como comerciante en Hasenkamp. Vendió sus pertenencias de campesino y le alquiló a Alejandro Daffar, en Ramírez y Sarmiento, “casa con bolicho”, aunque el título formal indicaba “Almacén y Bar” para estas populares despensas con despacho de bebidas.

Don Cotti, luego de saludar, se acodaba al mostrador y esperaba el “¿Qué va a tomar?” correspondiente del bolichero. La respuesta invariablemente era la misma: “Una Chinchibira”. Con la misma sonrisa de la repetida broma, don Domingo le servía lo de siempre: una grapa.

Pero en el aire se demoraba ese nombre sonoro que aún hoy resuena como una ventana de nostalgia a un tiempo perdido. Porque ¿qué era esta Chinchibira mencionada? Nada más y nada menos que la Coca Cola entrerriana, una de las primeras gaseosas argentinas que se producía en Lucas González y que además traía una curiosa botella a bolilla. Para esta gran novedad se habían unido en Entre Ríos un invento inglés y un productor italiano.

Héctor Lupi era un inmigrante que había aprendido el oficio en su familia, pues los Lupi fabricaban y vendían bebidas gasificadas en Italia ya en 1869.

Cuentan que Felipe Lupi, padre de Héctor, en un viaje a Estados Unidos conoció en Atlanta al farmacéutico John Stith Pemberton, de quien llegó a hacerse muy amigo. Años más tarde, en 1885, surgiría la Coca Cola que tendría un sabor muy similar al refresco de los Lupi. Ni Pemberton ni la historia oficial de la gaseosa mencionarían nunca el nombre de Lupi ni su supuesta relación con el surgimiento de la gaseosa más vendida del mundo. Pero esto es parte de la leyenda.

Lo que sí es verificable es que el joven Héctor Lupi recalaría como inmigrante en Lucas González con una moderna maquinaria para el gasificado y llenado de las botellas y allí comenzaría a producir su gaseosa Chinchibira.

Es probable que el nombre de la gaseosa de los Lupi haya tenido su origen en el nombre de la cerveza de jengibre, originada en Inglaterra en el siglo XVIII y que había gozado de gran popularidad. Esta se obtenía con levadura de jengibre mezclada con agua y azúcar a la que, luego de fermentar, se le agregaba un toque de limón para hacerla más ácida

Esta cerveza era conocida como ginger beer y el ejército británico la había llevado a Italia y a las islas Jónicas en Grecia donde hasta hoy se produce en la zona rural y es conocida como «tsitsibira». Por lo que es probable que el nombre de la gaseosa de los Lupi sea una deformación de ese sonido que pronunciado suena «yinyerbir» o «chinyerbir«.

Dicen quienes conocieron el sabor de la Chinchibira que era muy cercano al de la Coca Cola, pero un poco menos dulce. La originalidad de esta nueva bebida sin alcohol no solo estaría en su sabor sino también en su peculiar botella que tenía una bolita a la que había que empujar hacia adentro para abrirla.

Era la revolucionaria botella diseñada en 1872 por el inglés Hiram Codd con un sistema de cierre que permitía que la botella quedara sellada al mismo tiempo en que se llenaba. Esto evitaba depender de la disponibilidad de los tapones de corcho que, en el caso de las gaseosas, debían ser asegurados con abrazaderas.

Este sistema, simple y eficaz, utilizaba una bolita de vidrio en la parte superior de la botella que se mantenía apretada sobre una junta de goma por la presión del gas carbónico y fue muy utilizado hasta la década del cuarenta en que lo sustituyó el cierre metálico del tapón corona, las conocidas “chapitas”.

Botella diseñada por Hiram Codd

El mayor costo por utilizar más vidrio en su fabricación y, en especial, la gran dificultad de mantener la higiene de la botella pues el lavado debía hacerse con una máquina especial para su diseño, hicieron que cayeran en desuso. Además, muchas de estas botellas perecían en manos de los chicos que las rompían para sacar las bolitas por lo que son muy pocas las que han sobrevivido.

Estas dificultades del envase y el desembarco de la Coca Cola en el país a partir de 1942 con una agresiva política de comercialización causaron la desaparición final de la Chinchibira.

Don Faustino Lupi, quien estaba a cargo de la fábrica, no pudo resistir las presiones del gigante estadounidense y, finalmente, dejó de producir su gaseosa y permaneció solo con la sodería. La ironía mayor fue que luego su negocio se convirtió en distribuidor de Coca Cola.

La Toral

“Siendo niños, una de las cosas que más esperábamos con ansias, era la llegada de la Navidad… Nos íbamos a encontrar con todos los primos, que en realidad eran muchos y organizábamos cosas imprevisibles, que la mayoría de las veces eran dolores de cabeza para los grandes…. Esperábamos con cierto grado de impaciencia la bebida con que los grandes premiaban a los chicos y que precisamente los chicos de ahora no conocieron, todo se renueva en esta vida, era el “Toral”. No sabíamos de sus componentes, tenía un color parecido a las bebidas de cola, suponíamos que debía tener en gran medida una especie de azúcar quemada por el acentuado sabor dulce, lo ingeríamos casi con desesperación, además era una de las pocas oportunidades que teníamos para disfrutarlo, porque en el resto del año difícilmente volvíamos a degustarlo, y si lo hacíamos no tenía la peculiaridad de cuando estábamos en patota. Recuerdo que cuando nos reuníamos en lo del abuelo Luciano, depositaban la bebida en una salita que cerraban con llave para que nosotros no pudiéramos sacar algo con antelación a la comida. Generalmente la custodia recaía en la humanidad de algún tío…”

Víctor Julián Tricárique – “Mis recuerdos… y algo más”

Este relato de Víctor Julián ocurría desde la década del ’20 cuando José Segón tenía su negocio de almacén y despacho de bebidas en la calle Corrientes 240, esquina Colón, de la ciudad de Paraná. Allí elaboraba y distribuía la sidra Toral y tres gaseosas diferentes que costaban entonces 10 centavos por botella. Los sabores de estas gaseosas eran: extracto de frutas, de naranja y de limón.

Cartel de publicidad de Toral y una tarjeta postal invitando a la Exposición Provincial de 1928

Era frecuente en esos tiempos que las soderías, además de la soda propiamente dicha, tuvieran la producción de bebidas gasificadas de producción propia o imitaran a algunas de las marcas más conocidas. Esto llevaba a que, por ejemplo, el cartel de difusión de Toral advirtiera a sus clientes a solo aceptar como legítimas a las que tuvieran su marca indicada en la tapa de la botella.

Antiguo local de José Segón en las calles Corrientes y Victoria de Paraná

La Toral en la Villa

Según se cree la gaseosa Toral también llegó a fabricarse en Hasenkamp. Dentro de las varias actividades de Federico Kochendoerfer, además de la usina eléctrica en su domicilio de calle San Lorenzo, tenía una fábrica de hielo y, en una parte de ese local, antes de trasladarse a la calle Urquiza, José Medvescigh había instalado su fábrica de soda y utilizaba su máquina de llenar sifones para envasar gaseosas. Compraba en Paraná el extracto producido por Segón al que le agregaba agua y gasificaba en su sodería. Esa gaseosa era la “Toral” y se distribuía en los boliches de la villa.

En la esquina de 25 de Mayo y Urquiza (donde hoy se encuentra la Farmacia Castellani) estuvo el bar de Barreto con su cancha de bochas y al lado una panadería que, en ese entonces, atendía Scwindt con su familia. Al panadero le habían prohibido la bebida y sus hijas, Elsa y Olga, eran las encargadas de controlarlo. Pero, con la excusa de comprar algo que se necesitaba para el negocio, cruzaba a la otra esquina donde funcionaba el bar y almacén de Nicolás Orsich. Allí, acodado al mostrador, pedía una Toral y, luego de unos tragos, le agregaba a la botellita de gaseosa una copa de licor. Cuando sus hijas iban a buscarlo invariablemente les contestaba: “No ven que estoy tomando una Toral”. Luego de repetir varias veces la maniobra regresaba en malas condiciones a su panadería. De allí quedó el dicho: “Scwindt se mamó con Toral”.

La Bidú Cola

Fue otra de las gaseosas nacidas en la Argentina, tal vez la más conocida de estas, pues no solo reinó en el mercado nacional, sino que incluso pudo expandirse por Sudamérica.

Sus creadores fueron los hermanos Monti (Genesio, Abramo, Battista, Antonio y Franco) que llegaron desde Lombardía, como tantos inmigrantes italianos, con un pequeño capital y experiencia en la producción de bebidas.

Se radicaron en Luján, por entonces un pequeño poblado de la provincia de Buenos Aires, y montaron en 1888 una fábrica llamada “Unión Italiana Hermanos Monti” que comenzó a elaborar cerveza, soda, agua mineral, licores como el amaretto y un digestivo del tipo fernet.

En 1898 los hermanos Monti firmaron el primer contrato para la distribución nacional exclusiva de Quilmes, la cerveza argentina por excelencia, negocio que mantendrían como actividad principal a lo largo de los años. También distribuyeron Soda Monti, Indian Tonic Club y Crush.

Abramo Monti regresó a Italia en 1907 con su hijo Giovanni de 15 años quien, a posteriori, sería padre del futuro premier italiano Mario Monti sucesor de Silvio Berlusconi en 2011.

Así como muchos otros productores de aguas gasificadas, los Abramo inventaron su propia receta para una gaseosa a base de hierbas, azúcar y otros ingredientes naturales disueltos en agua carbonatada envasada a la cual llamaron Bidú.

Se desconoce el origen de este nombre, aunque alguna versión indica que hace referencia a la trama de puntos que tenía la superficie de la botella original de vidrio esmerilado color verde y a un vocablo en hindi, el idioma de la India, en el que bidú significa punto.

El logotipo de la botella original verde tenía el nombre BIDU, con letras mayúsculas y sin acento, tallado sobre el vidrio. Sin embargo, en la publicidad gráfica y en las tapas metálicas, las “chapitas”, revestidas con corcho en la cara inferior, estaba diseñado con trazos de pincel en letras itálicas mayúscula y minúsculas inclinadas y, por lo general, en color rojo donde la palabra Bidú estaba acentuada. Esta se convertiría con el tiempo en la forma publicitaria más empleada.

Otro detalle estaba en los cajones de veinticuatro envases que tenían un logotipo totalmente diferente en las caras laterales. Sobre un fondo blanco, aparecía la marca en rojo sólo en minúsculas y con acento en la u.

Para 1960, el cambio de marca supuso la introducción de la palabra “Cola” y el rediseño completo de la imagen de Bidú en todos los ámbitos. El éxito inicial de esta gaseosa renovada comenzó a expandirla a todos los almacenes y bares del país donde se destacaba su presencia en carteles y anuncios.

A la publicidad impresa se le sumó la radio y el eslogan “Bidú, la bebida argentina que refresca y deleita”, comenzó a difundirse en un programa que haría historia. Se trataba de un inédito certamen de preguntas y respuestas sobre cultura general llamado “Bidú, todo o nada” que era conducido por Iván Casadó, un conocido animador de ese momento. Cada participante contestaba una pregunta por un peso y, si acertaba, tenía la posibilidad de responder por el doble, así hasta llegar a la séptima pregunta que le permitía jugar por, en ese entonces, el enorme premio de $64. Este programa, pionero en su género, se emitía por Radio El mundo y significaba todo un acontecimiento nacional.

La llegada de la Coca-Cola en 1942, con una agresiva competencia y un avance imparable, empujó a la Bidú a ser una segunda marca. Pero, sin embargo, esto la llevó a encontrar su porción de mercado en las clases populares lo que le permitió mantenerse y hasta crecer en sus ventas.

En los años ’50 la Bidú Cola dejó de ser argentina al ser adquirida y fabricada por The Orange Crush Company, una poderosa compañía norteamericana que había nacido en 1911.

Una gran campaña gráfica se llevó a cabo en Tía Vicenta, una revista de sátira política creada en 1957 por el humorista Landrú, Juan Carlos Colombres (1923-2017).

Landrú, no sólo se destacaría como humorista, sino que también creó muchas campañas publicitarias con diferentes anunciantes como atún La Campagnola, motonetas Siambretta, sastrería Kochane, yoghurt La Martona, Cafiaspirina y bodegas Michel Torino, entre otros.

La revista Tía Vicenta era un semanario con una tirada de 50 mil ejemplares donde además publicaban textos y viñetas humoristas como Quino, Garaycochea, Basurto, Faruk y César Bruto, entre otros. Para 1966, Tía Vicenta salía como suplemento semanal del diario El Mundo, que de 200 mil ejemplares aumentaba a 300 mil el día en que se agregaba la revista.

La campaña de Landrú para Bidú en Tía Vicenta consistió en prestar su nombre para una rima que sería uno de sus más importantes slogans publicitarios.

Los slogans fueron cambiando a lo largo de las campañas: “Bidú Cola, rica como ella sola” “La bb todo el mundo…” incluso llegó a ofrecer una “yapa” de 355 ml contra los 300 a 320 ml de las botellas corrientes.

Para enfrentarse a Coca-Cola, su mayor rival, su publicidad utilizó a la juventud: “Si Coca-Cola era la gaseosa de tu papá, Bidú es la tuya

Además, como ya era una gaseosa que se producía en distintos países de Sudamérica, diferentes jingles se popularizaron presentando a Bidú como a la díscola que se enfrentaba a la poderosa gaseosa del Norte: “Sea rebelde, únase a Bidú: la morena rebelde”; Hagamos cosas nuevas, Bidú Cola es la mejor. La morena rebelde”.

Pero todos estos esfuerzos publicitarios no fueron suficientes ante el poder económico de las gigantescas empresas norteamericanas. La llegada de Pepsi en junio de 1959 fue limitando su mercado y finalmente en 1963 Orange Crush Argentina dejó de envasarla.

Una excepción fue la provincia de Santa Fe donde precisamente la Coca-Cola tenía prohibido el ingreso. Desde su llegada al país, la Coca, que alardeaba del secreto de su receta, no había podido ingresar a la provincia debido a que el Código Bromatológico provincial vigente desde 1941 planteaba que ningún producto cuya composición fuera ignorada por el Estado podía distribuirse comercial y legalmente, en especial si contenía elementos que pudieran ser peligrosos para su consumo en la niñez.

El diseñador de este código era el Dr. Jorge Mullor quien también participaría del diseño del Código Alimentario Nacional de 1953. Al analizar el contenido de la gaseosa se determinó su alto contenido de cafeína y ácido fosfórico, por lo que varias veces intimaron a la empresa a declarar su presencia en sus rotulados y ante la negativa se clausuró la embotelladora de Rosario.

Recién con la llegada del dictador Juan Carlos Onganía al poder, y a partir de su política extranjerizante, se impulsaron reformas al Código Alimentario que abandonaron la defensa de la salud pública en beneficio de los intereses económicos de las grandes empresas y multinacionales. En 1967, recién después de 25 años de haber llegado al país, la empresa norteamericana pudo entrar a Santa Fe.

Hacia los años ’70 la Bidú Cola, la más popular de las gaseosas argentinas, comenzó su declive final. Primero en las grandes metrópolis y luego en las ciudades más pequeñas de algunas provincias donde resistió hasta su desaparición.

En cuanto a la empresa original de los hermanos Monti, a lo largo de los años se fue transformando y cambió varias veces su nombre, pero siempre fue conocida como “Casa Monti”. Los descendientes de la familia en la Argentina dividieron sus participaciones entre Luján, Lincoln y Junín y hasta hoy continúan con la distribución de Quilmes y de otras bebidas. El 12 de noviembre de 2015, por sus 127 años de funcionamiento, el Municipio y la Junta de Estudios Históricos de la localidad declararon a la Casa Monti como Sitio Significativo de Luján.

 

La Bilz

La sociedad de Antonio Maraffio y Francisco Klement en la elaboración de bebidas había comenzado ya en 1889 cuando adquirieron su primera cervecería en la ciudad de Bahía Blanca. En esos tiempos la malta y el lúpulo para la producción se importaban de Europa. Su primera cerveza de elaboración propia fue la “San Martín” que le dio nombre a la empresa. Luego vinieron “La Negra”, “Sencilla” y “Brillant”.

La empresa continuó creciendo con la adquisición de una moderna maquinaria que posibilitó agregar variedad con la producción de vermouth, bitter, anisado, licores, hielo en barras y soda.

Por esos tiempos el reparto de las bebidas se realizaba con dos chatas tiradas por caballos que recorrían los comercios de la ciudad.

A comienzos del siglo XX agregaron la importación de jarabes necesarios para la elaboración de nuevas gaseosas. En estas últimas se destacaron las marcas Tonic y Naranja Bilz que pronto comenzarían a distribuirse por buena parte del país.

Friedrich Eduard Bilz, la fábrica de Maraffio y Klement y su reparto de bebidas

La Bilz había nacido en Alemania siendo un tónico digestivo medicinal, como muchas otras bebidas. Friedrich Eduard Bilz era un naturópata alemán que se había hecho muy conocido en 1888 por su libro “La Nueva Sanación Natural”, el que se tradujo a doce idiomas, y por la fundación en 1895 de un centro de salud con una gran piscina al aire libre que luego tendría una novedosa máquina de hacer olas.

Mientras desarrollaba su sanatorio, Bilz experimentó con remedios naturales y productos de bienestar para sus pacientes. En 1902 creó una nueva bebida con jugo de cítricos y agua mineral a la que llamó «Bilz Brause«. Ante el éxito de su creación se asoció con Franz Hartmann, un embotellador local y la bebida pronto se hizo muy popular, engendrando una gran cantidad de imitadores.

Bilz y Hartmann acordaron que necesitaban un nombre comercial para su producto y eligieron «Sinalco» a partir de las palabras latinas «Sin alcohol«.

A los dos años de creada, la bebida de Bilz ya era una marca internacional y se había vuelto popular en América del Sur y en el Medio Oriente, donde la religión prohibía el consumo de alcohol.

En la Argentina, Antonio Maraffio y Francisco Klement dueños de la Cervecería San Martín en Bahía Blanca, con materia prima traída de Europa, elaboraban cuatro tipos de cerveza además de vermouth, bitter, anisado, licores y soda en sifones. En 1905 comenzaron a importar el jarabe de Bilz en toneles de madera que luego convertían en gaseosa, embotellaban y distribuían ofreciendo “una bebida con propiedades digestivas” primero en su ciudad y luego en gran parte del país.

Pero la expansión nacional de la Cervecería San Martín y de sus gaseosas Bilz, la puso en la mira de uno de los crecientes pulpos que en ese momento se estaban adueñando del mercado cervecero en Argentina.

Para el inicio del siglo, Otto Peter Friedrich Bemberg, ya poseía el monopolio de la producción de la malta y el lúpulo desde su destilería Franco Argentina, que luego sería la Cervecería Quilmes, y se iba adueñando, para incorporarlas a su producción o para cerrarlas, a las distintas empresas provinciales. Al ser dueño de los insumos controlaba los precios y las entregas, con lo que podía llevar a la ruina y la quiebra a las fábricas y empujar a sus dueños a la necesidad de vender sus empresas.

Como una dolorosa ironía de la historia, en el inicio de su emporio, Bemberg se había quedado con 50.000 hectáreas de tierras fértiles robadas a los indios en 1879 en la llamada “Campaña del desierto” y ahora iba al saqueo de pequeñas productoras desde su empresa “Quilmes”, nombre de la comunidad aborigen sometida y deportada desde Tucumán.

Maraffio y Klement soportaron por un tiempo la dura y desleal competencia hasta que finalmente en 1921 tuvieron que vender a Quilmes la cervecería y su fábrica de gaseosa. Desde entonces se dedicaron solo a la elaboración de soda con la sigla MK64. Su empresa funcionó hasta el 20 de febrero de 1974 en que cerró definitivamente sus puertas.

En 1905 se ofrecía “una gaseosa con propiedades digestivas” que resaltaba con llamativos afiches de naranjas humanizadas con familia e hijos

Pero la Bilz en manos de Bemberg tampoco duraría. Un poco por el propio desinterés de la cervecera en la producción de gaseosas y otro porque la Segunda Guerra rompería el suministro de los insumos. Luego, la llegada de otros pulpos más grandes como Coca-Cola y Pepsi, terminarían por sacarla de circulación.

Aunque, aún en estos días, la gaseosa de Bilz se puede conseguir con el nombre de “Sinalco” en cualquier quiosco europeo.

La Gini

Nació con glamour francés en 1971 creada por el Grupo Perrier, dueño del agua mineral más famosa de Europa.

Desde el inicio su característica sería una agresiva estrategia publicitaria que utilizaría como recurso las insinuaciones sexuales de manera indirecta o explícita. Su primer slogan fue: “La plus chaude des boissons froides (La bebida fría más caliente).

Para mediados de la década del 70, aprovechando su fama boxística y de macho latino, Carlos Monzón fue parte de su campaña. El campeón mundial aparecía rodeado de mujeres desnudas entre tules que saltaban de un caballo en el desierto y se apoderan de una botella «eréctil» en la arena.

En 1974, la marca se aparta de su línea erótica de publicidad y acuerda una campaña publicitaria con el grupo de rock británico Pink Floyd para patrocinar su gira de difusión por Francia del disco “El lado oscuro de la Luna” como una manera de abaratar el costo de las entradas. Pero el hecho de que la bebida se promocionara en las mismas salas donde se realizaban los conciertos, en una época en que no era común este tipo de publicidades, llevó a acusaciones de que la banda se había vendido al sistema.

Ante estas quejas, el grupo afirmó que el dinero recibido había sido donado a organizaciones benéficas.El mismo Roger Waters escribió una canción, hasta ahora inédita, llamada «Bitter Love» (Amor amargo), también conocida como How do you feel? (¿Cómo te sientes?) referida a esta experiencia donde se describe vendiendo su alma en el desierto.

En nuestro país eran los años de plomo de la Dictadura, por lo tanto, la publicidad no podía ser demasiado explícita en sus referencias sexuales y utilizaba formas más sutiles. Un cartel con la frase “Apague su sed con Gini” es acompañado por la imagen de Chunchuna Villafane, la modelo y actriz más erótica del momento, que acerca sensualmente la botella de gaseosa a su boca.

Otra publicidad de la época, con una escena de playa, cantaba: “Para vos que siempre querés más, más, más… un cuarto litro más…”

La Gini sería la primera gaseosa en presentar la novedad de un envase de vidrio de litro y cuarto, con lo que a su promoción se le agregó el plus de la economía y el mejor precio.

«Un litro y cuarto al precio de un litro”, fue su slogan y principal argumento de venta. El conocido presentador Pancho Ibáñez protagonizó uno de sus spots publicitarios más célebres. En otro, dos mujeres en un supermercado hablan de estas ventajas económicas de la gaseosa. “Gini, una oferta para las que saben” cierra el locutor de la publicidad televisiva.

Si bien ofrecía una gaseosa con sabor cola, la versión lima limón de Gini sería la más conocida y consumida en la Argentina teniendo una gran inserción popular durante los años ‘80.

El grupo inglés Cadbury-Schweppes, que hacía veinte años había fusionado el negocio del chocolate con las bebidas sin alcohol, compró en 1989 las gaseosas francesas y durante diez años se encargó de su producción en el país con un significativo éxito dentro de las segundas marcas.

Pero en 1999, The Coca-Cola Company compró toda la línea de bebidas que la producía con el conocido recurso de los más poderosos: puso fin a la competencia cerrando todas las fábricas y terminó con la existencia de Gini en la Argentina.

La Teem

Creada en 1959 en Estados Unidos por la empresa PepsiCo fue un intento de respuesta a la 7Up y a la Sprite del grupo Coca-Cola dentro dela encarnizada competencia por el mercado de las gaseosas. Por eso su único sabor fue el lima-limón, compuesto de agua carbonatada, ácido cítrico, citrato de sodio y extracto de limón y lima.

Tuvo su mayor auge en la década del ’80 logrando una importante popularidad en varios países sudamericanos a través de una serie publicidades realizadas en Argentina que luego fueron adaptadas con variantes a distintos países.

Un pistolero del far west llega en su caballo a un salón a través del desierto y pide al cantinero: «Un paquete de papas fritas saladas, pero secas, bien secas» La voz del locutor alienta: “Vamos, alimente esa sed hasta hacerla insoportable y entonces mátela con Teem” Luego de comerlas el hombre saca una botella cubierta con hielos de sus alforjas y recién entonces bebe la gaseosa. El slogan final es: “Teem, para la peor sed”.

Otra publicidad, con un esquema similar, mostraba a un náufrago en una balsa que, al ser rescatado por un barco de pescadores, pide galletas saladas para luego sacar una Teem de una maleta con hielos.

En Perú el pedido del náufrago fue: «Deme un plato de cancha salada» -pochoclo- y en Brasil pedía “un prato de farofa”. En México el caminante que llega al salón pide: “cacahuetes salados”. En todos los casos el slogan final era el mismo.

Se presentaba en envases de color verde con letras blancas con el nombre formando el diseño de un barco con velas blanca y amarilla, en latas de 350 cc y botellas de vidrio de 284 cc, 296 cc, 700 cc y un litro. A mediados de la década del ’80, se presentó Diet Teem, su versión de bajas calorías.

Cuando PepsiCo adquirió a 7Up comenzó a ser discontinuada en EEUU y reemplazada por Slice, una gaseosa del mismo grupo con similar presentación. En Argentina se discontinuó definitivamente en 1984, aunque en otros países de Sudamérica se siguió produciendo algunos años más.

A principios de 2010 regresó tímidamente en el conurbano bonaerense como una segunda marca. En esta segunda etapa de producción, sólo se comercializa en envases de plástico de dos litros y medio.

La Pritty

Aunque no es una de las gaseosas desaparecidas, porque aún se fabrica en Córdoba y en el Gran Buenos Aires, ya no tiene en nuestra localidad la presencia que supo mostrar en la década del ’70.

La historia de la Pritty comienza en 1950 cuando los hermanos José y Rafael Sánchez compran una sodería que funcionaba en un garaje de 50 metros cuadrados en la calle San Lorenzo del barrio de Nueva Córdoba. La sodería poseía una única máquina denominada “de pie doble”, que era manual y llenaba un sifón por vez. La soda se vendía con la marca “La Preferida” y se distribuía con una jardinera tirada por caballos por el barrio y sus alrededores. A lo largo de los años el crecimiento fue sostenido con la incorporación de mayor cantidad de sifones y nuevos barrios para el reparto.

En aquel tiempo en Córdoba, el mercado de la soda era dominado por dos marcas: “Biarritz” de la familia Caprile y “La Moderna” de la familia Egea.

En 1955 los hermanos Sánchez comenzaron a comprar por zonas el negocio de la familia Caprile y en 1962 se asociaron con la familia Egea logrando dominar el 80% del mercado de soda en sifones con la marca “La Moderna”.

De allí nació la distribuidora Egea y Sánchez SA, que, además de ampliar su negocio de la soda, se planteó el objetivo de crear una empresa de bebidas sin alcohol comenzando con la producción de soda en botella, agua mineral y gaseosas.

En cuanto a las gaseosas, iniciaron con la franquicia para embotellar en Córdoba el Pomelo Neuss, una marca ya muy reconocida en el mercado de ese momento. Poco después decidieron desarrollar una marca propia y así, en 1966, nació Pritty que en un comienzo surgió con sabor naranja, pomelo y limón.

Como le ocurría a todas las empresas de gaseosas y jugos que surgían, la principal dificultad era abastecer a los comercios y a los hogares de los envases que en ese momento eran de vidrio retornable. Para lo cual era imprescindible tener un importante aprovisionamiento de botellas propias. Por ello, en 1969, adquieren la planta de agua mineral Saldán, una de las más antiguas embotelladoras del país. 

En 1972, la empresa es elegida para embotellar, comercializar y distribuir a Seven Up y Crush lo que incrementó en gran medida sus ventas y resultó necesario construir otra fábrica para poder responder a la creciente demanda de productos. La nueva fábrica se inauguró en 1974 en la ruta a Jesús María y al año siguiente, otra planta en la ciudad cordobesa de Saldán.

Una importante innovación fue la incorporación de maquinaria traída de Francia para poder fabricar botellas de PVC, una nueva tecnología que les posibilitó, en un primer momento, lanzar al mercado agua mineral en botellas plásticas de 1500cc descartable.

Las innovaciones les permitieron llevar sus marcas hacia las provincias del norte y del litoral. Es en esta época en que la Pritty llega hasta nuestra Villa.

Pero, luego de esta gran expansión, vino un período de decadencia y en diciembre de 1983 se concretó la separación de la empresa. Los hermanos Sánchez continuaron con Pritty SA y la familia Egea, con las marcas La Moderna y la franquicia de Seven Up.

Para comienzos de la década del ’90 las políticas neoliberales de desindustralización aumentaron sus dificultades económicas y la marca Pritty, habiendo perdido ya mucho mercado, solo pudo mantener el sabor limón y se redujo a la ciudad de Córdoba y a sus alrededores por lo que dejó de llegar hasta nuestro pueblo.

En diciembre 1998 la tenencia accionaria de la compañía cambió de manos y comenzó un amplio proceso de inversión y reingeniería con el objetivo de volver a posicionarla a nivel nacional, intento que continúa hasta hoy.

Y muchas otras…

Son muchas las gaseosas que surgieron en nuestro país y tuvieron vidas más o menos extensas antes de caer bajo el pie de las poderosas empresas extranjeras que iban llegando y apropiándose del mercado criollo.

Desde la Cunnington en el 1900 o la Pomona hecha por la legendaria Soda Belgrano en los años ’40 hasta la Refres-Cola que en los años ’50 puso en jaque al gigante estadounidense, le ganó el juicio y habilitó el uso del término “cola” en el nombre de las nuevas bebidas.

Más cerca se destacan la santafecina Nora, la Pinda producida en Concordia por Pindapoy o la Tab que en los ’70 sería la primera gaseosa dietética de Coca-Cola

En Paraná se fabricaba la Ke3, una gaseosa cola producida por Gambino y Cía. en calle Almafuerte y era auspiciante de “La Posta del Nogal”, una pista de baile que tenía Rubito Monzón en calle 25 de Mayo.

Además de las múltiples gaseosas están sus distribuidores locales con diversas historias que estarán en una segunda parte de estas gaseosas perdidas.

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *