El primer Maestro
En 1903, durante la gobernación del Dr. Enrique Carbó Ortiz, el Consejo General de Educación era presidido por el profesor Manuel Pacífico Antequeda.
En una gestión que duraría poco más de once años, Antequeda llenó de escuelas la provincia, más de 200 creadas y construidos más de 150 edificios escolares, especialmente en la zona rural donde era mayor el analfabetismo. Dada la falta de maestros, se creó en 1904 la Escuela Normal Rural «Juan Bautista Alberdi» que, al ser de maestros rurales, agropecuaria e industrial, fue una de las primeras en su tipo en toda América.
Durante el tercer mandato de Antequeda, se crea la Escuela Rural de “Estación Hasenkamp” mediante una Resolución del 29 de abril de 1909 y en la misma se nombra como primer maestro a don Francisco Agüera Porro, un español de 39 años que hacía apenas uno que había llegado al país.
Oriundo de Málaga, después de realizar los estudios primarios y secundarios ingresó al Seminario Conciliar donde permaneció por cuatro años. Pero, convencido de que su camino no era el de ser sacerdote, abandonó el Seminario y trabajó algunos meses en las obras del puerto de la ciudad realizando trabajos administrativos. Luego se trasladó a Granada para estudiar en un Colegio Mayor donde se recibió de Maestro en Letras.
De regreso a su pueblo abrió una escuela particular y, dadas sus relaciones, sus alumnos eran en su mayoría de buena posición económica. Además, daba lecciones de guitarra a domicilio a niñas de la mejor sociedad de la villa.
En 1896 se casó con Isabel Porras con quien tuvo cinco hijos.
Por esos años se había dado el desastre bélico de la guerra de independencia de Cuba y el agrandado triunfo en la llamada Guerra de África contra el sultanato de Marruecos por lo que el sistema de servicio militar en España era muy estricto con una duración de hasta doce años en total, de los que tres eran de servicio activo y el resto como reservista con la incertidumbre de ser convocado en cualquier momento
Don Francisco pensando en sus hijos y para evitarles esa desgracia, tomó la drástica decisión de emigrar a la Argentina donde ya vivían algunos de sus parientes.
Llegó a Buenos Aires en la mañana del 9 de diciembre de 1908 y de ahí se trasladó a Paraná donde fijó su residencia. Pronto hizo amistades y, aunque había traído buen capital de España, buscó empleo en el Ferrocarril, pero no fue de su gusto y lo abandonó.
Con la mediación de unos amigos se presentó como docente en el Consejo de Educación. Fue aceptado de inmediato pudiendo elegir escuelas de la misma ciudad o de los alrededores. Cuando vio entre las ofertas la posibilidad de ser el primer maestro de un pueblo recién inaugurado metido en plena selva de Montiel, no lo dudó.
En el mes de abril de 1909 partió con toda su familia hacia la Estación Hasenkamp con la oferta de un sueldo de $90 más un suplemento de $10 para limpieza y casa.
La nueva escuela comenzó a funcionar el 15 de mayo, muy poco después de su llegada. La propiedad pertenecía a Ernesto Luchessi y contaba con un rancho grande con paredes de ladrillo sin revocar, asentados en barro, y techo de paja a dos aguas que estaba en el centro del lote que da a la esquina de calle Sarmiento y diagonal Libertad. La casa de familia sí estaba revocada y pulcramente blanqueada. Había una cocina grande de material y techo de zinc y un pozo de balde de unos cinco metros de profundidad.
Pronto reunió un buen número de alumnos con jóvenes de las más diversas edades, concurrían niños de seis años con muchachos de veinte o más dado el alto grado de analfabetismo.
Se destacaba entre ellos la figura, siempre de traje, del director y maestro con su notable personalidad. La actividad de la Villa comenzaría a tener un lugar protagónico en la nueva escuela compartiendo diferentes actos académicos que allí empezaron a realizarse.
Uno de los aportes lo daría su hijo Juan que era un gran ejecutante de la flauta y cuando vivían en España tenía una banda con otros quince integrantes mayores que él. Junto a otros jóvenes de Hasenkamp, que tocaban la guitarra y el clarinete, daban conciertos en cada reunión que se realizaba.
Aunque la escuela había iniciado muy rápido su actividad, no todo marchaba con la misma velocidad. Se necesitó de otra resolución, la del 5 de enero de 1910, para autorizar el pago mensual de los treinta pesos moneda nacional por el alquiler del local, incluidos los meses adeudados desde su inicio.
La escuela dependía de la Subinspección que funcionaba en Pueblo Brugo y, al año siguiente, cuando se inició el Segundo Grado, se nombró como ayudante a la Sra. Isabel Porras, esposa del Director, quien sería la maestra del Primer Grado con un sueldo de $ 60.
Por esos tiempos la mayoría de los maestros no tenía título y se recurría a personas que tuvieran alguna instrucción para cubrir las vacantes. Una de las acciones de Manuel P. Antequeda fue la de prohibir el ingreso de maestros sin los títulos correspondientes. Entonces se implementaron los llamados “Cursos Temporarios” para que los maestros de campaña pudieran capacitarse y obtener sus títulos habilitantes.
Por ello, en 1911 don Francisco Agüera tuvo que revalidar su título en la Escuela Normal Rural Alberdi y su esposa, doña Isabel, mediante estos cursos, también obtuvo su diploma de maestra.
El matrimonio permaneció en la escuela de Hasenkamp hasta el 13 de mayo de 1913, en que se resuelve su traslado a la Escuela de General Paz, vecina a la localidad de Cerrito.