Iglesias

Pochocho

  Su recuerdo quedó imborrable en su sonrisa amplia, de sacerdote amigo de la gente, en su alegría cotidiana, en el don de la amistad que brotaba a flor de piel en el cariño que prodigaba para todos y en el ansia del perdón.

  El padre Orlando Bottegal era hijo único de una maestra de campo y de un viajante de comercio,  nació en Urdinarrain el 31 de marzo de 1923. Fue ordenado diácono por Monseñor Cenobio Guillard en la catedral de Paraná en junio de 1949 y sacerdote el 20 de noviembre de ese año. Siempre supo que no había otra vida que no fuera la de hombre de Dios.

  El Padre “Pochocho” fue un sacerdote muy original, porque Dios así lo quiso, vivió la vida intensamente a su manera. Llegó a la parroquia San José de Hasenkamp como párroco el 20 de agosto de 1.989  proveniente de San  Benito.

  Enseguida la comunidad lo aceptó con cariño. Era verborrágico, inquieto, campechano, extrovertido, simple, bonachón y rara vez pasaba inadvertido. Comúnmente vestido con una sotana beige algo estropeada, la figura diminuta del padre se paseaba en cada evento del pueblo.

  Fue parte de los primeros años de crecimiento de la Peregrinación de los pueblos, acercaba su apoyo espiritual en cada una de las paradas que se hacen a lo largo del camino, se paseaba entre los peregrinos y, aunque no era parte de la caminata a pie, se ponía al frente de la columna que, cerca de 18.00 hacía su ingreso al santuario de La Loma, en medio de aplausos y cánticos.

   El padre Miguel Velazco, quién fuera diácono en la parroquia San José, comentó una vez en relación a la llegado del Papa Francisco “Francisco tiene la impronta argentina” y en ese aspecto lo relacionó con un cura que conoció de cerca, el padre Orlando Bottegal, “Los gestos que tiene él entre la gente, la forma de moverse, los gestos de alegría que tiene, me recuerdan mucho al cura Bottegal, un tipo que desbordaba de alegría por ser cura”.

   La Sra. Teresita Mísere de Cabello comentaba con respecto al padre Pochocho: “Lo conocí en la escuela Almafuerte, donde estudiaba una de mis hijas, al venir a Hasenkamp fue mi confesor, él daba la misa a la mañana y yo iba antes para ayudarlo a ordenar todo. Fue una persona que nunca tuvo distinción con nadie, humilde, lo más grande como sacerdote y ser humano. Nos aconsejaba no tener rencor y egoísmo. Pochocho fue algo que no lo podríamos definir como persona por lo que fue, ayudaba al prójimo, no con dinero sino con sus consejos”.

   El padre Orlando Bottegal, de 81 años, más conocido como “Pochocho” falleció en un accidente automovilístico al chocar su automóvil contra una camioneta utilitaria que arrastraba un tren infantil. El 31 de mayo inició su último viaje, en el cementerio del Seminario Arquidiocesano, donde nació a la vida religiosa, descansa para siempre.

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